El Gran Premio de Italia de 1988 en Monza quedó marcado como una de las carreras más inesperadas y simbólicas en la historia de la Fórmula 1 y especialmente para Ferrari, pocos días después del fallecimiento de su fundador, Enzo Ferrari.
Contexto previo a la carrera
Para la temporada 1988, el equipo McLaren dominaba con claridad. Ayrton Senna y Alain Prost, compañeros de equipo, habían ganado todas las carreras previas a Monza, nueve de ellas en doblete, lo que hacía que la victoria de Ferrari en Italia pareciera prácticamente imposible. El motor turbo Honda con que contaba McLaren era imbatible en las rectas rápidas del circuito de Monza.
El 14 de agosto de 1988, Enzo Ferrari falleció a los 90 años, y el Gran Premio de Italia, celebrado el 11 de septiembre, se convirtió en un evento de gran carga sentimental para el equipo y sus seguidores, los tifosi, que veían en la carrera una oportunidad para homenajear al “Commendatore”.
Jean-Louis Schlesser, el piloto inesperado
Además de la ya complicada situación, un imprevisto abrió otro capítulo en esta historia. Nigel Mansell, piloto del equipo Williams, no pudo participar debido a una enfermedad. Como sustituto de emergencia, Williams llamó a su piloto probador, Jean-Louis Schlesser, quien apenas tenía experiencia en Fórmula 1, habiendo corrido una sola carrera oficial en toda su carrera.
Schlesser no era un piloto destacado en el circuito, de hecho su historial en Fórmula 1 era muy limitado, pero logró clasificarse para la carrera en vigesimosegunda posición, a más de cinco segundos del mejor tiempo marcado por Ayrton Senna.
Desarrollo de la carrera y el giro inesperado
La carrera avanzaba como se esperaba con Senna al mando y Prost en segundo lugar, mientras los Ferrari estaban lejos de poder competir directamente con el ritmo de McLaren. Sin embargo, en la vuelta 34, el McLaren de Prost sufrió un problema mecánico que lo obligó a abandonar, dejando el camino abierto para que Ferrari subiera puestos.
A pesar de ello, la carrera parecía encaminada a un nuevo triunfo de Senna, quien bajó el ritmo para asegurarse la victoria. Hasta que en la penúltima vuelta, Schlesser cometió un error en la segunda chicane. Al intentar incorporarse después de una frenada fuerte, bloqueó las ruedas delanteras, perdió el control y colisionó con Senna, rompiendo la suspensión del McLaren y dejando a Senna fuera de carrera.
La victoria memorable de Ferrari
Este accidente inesperado permitió a los pilotos de Ferrari, Gerhard Berger y Michele Alboreto, avanzar hasta el podio. Berger ganó la carrera con Alboreto justo detrás, en una carrera que significó la primera victoria de Ferrari en Monza desde 1979 y un emotivo homenaje a Enzo Ferrari.
Los tifosi celebraron efusivamente, sintiendo que aquella victoria tenía un significado especial, casi como si la leyenda de Enzo Ferrari hubiera influido en el desenlace.
Legado de aquella carrera
Aunque Schlesser no destacó después en Fórmula 1 y su aparición fue un episodio fortuito, su actuación en Monza 1988 evitó que McLaren obtuviera un dominio total absoluto en la temporada, dejando una historia memorable para Ferrari en momentos delicados. Tras esta experiencia, Schlesser se orientó hacia las carreras de resistencia y el Dakar, donde logró éxitos, pero su nombre quedó marcado para siempre en la intrahistoria de la F1.
La carrera de Monza en 1988 es un símbolo de las vueltas que da la fortuna en la competición automovilística, una mezcla de habilidad, azar y mitología que aún hoy se recuerda como uno de los momentos más emotivos y mágicos de Ferrari en la Fórmula 1.