En la década de los años sesenta, la aviación experimental estadounidense buscaba superar todos los límites técnicos y físicos en plena Guerra Fría. Fue bajo este contexto que nació el North American XB-70 Valkyrie, un bombardero experimental de seis motores diseñado para volar sostenidamente a Mach 3, es decir, a tres veces la velocidad del sonido, algo extraordinario incluso hoy para un avión de su tamaño.
El grave fallo que puso en riesgo un vuelo histórico
El 30 de abril de 1966, durante un vuelo de prueba desde la base aérea de Edwards en California, los pilotos Al White y Joe Cotton se enfrentaron a una situación crítica: el tren de aterrizaje delantero del XB-70 quedó bloqueado a medio camino, atrapándose entre las puertas del pozo y dañando los neumáticos. Para empeorar las cosas, el sistema hidráulico encargado de retraer o extender el tren falló, seguido del sistema eléctrico de respaldo, dejando a la aeronave sin un mecanismo fiable para realizar el aterrizaje.
El tren de aterrizaje y el peligro de la maniobra
En aviones convencionales, aterrizar sin tren delantero es posible aunque extremo; sin embargo, en el XB-70 la situación era mucho más crítica. Su diseño, la gran altura sobre el suelo y la frágil estructura de la parte inferior hacían que cualquier intento de aterrizaje sin el tren delantero completamente desplegado representara una ruptura segura. Los pilotos intentaron maniobras conocidas como touch and go - toques breves a la pista para forzar el mecanismo - pero sin éxito.
La respuesta desde tierra y una solución improvisada
Mientras el avión orbitaba durante más de dos horas con suficiente combustible, los ingenieros en tierra trabajaban frenéticamente para diagnosticar el problema. Finalmente descubrieron que un disyuntor defectuoso había cortado la alimentación eléctrica del sistema de respaldo, dejando inutilizado el sistema capaz de liberar el tren de aterrizaje.
Ante esta situación desesperada, la única solución viable era realizar un puente manual en el circuito eléctrico. Esto, sencillo en un taller, se complicaba muchísimo a bordo de un bombardero experimental a gran altitud, con acceso limitado y sin herramientas especializadas.
Un clip de oficina como héroe inesperado
Joe Cotton encontró un pequeño clip metálico entre sus pertenencias. Con mucho cuidado, se colocó un guante, localizó la caja de distribución eléctrica y empleó ese clip para puentear el disyuntor averiado. El efecto fue inmediato: el tren delantero se bloqueó en posición extendida, permitiendo preparar el aterrizaje.
Un aterrizaje de alto riesgo que desafió la tragedia
El XB-70 tocó tierra a cerca de 180 nudos (aproximadamente 330 km/h). La frenada fue limitada, los neumáticos reventaron y hubo llamas bajo el fuselaje, pero los paracaídas de frenado funcionaron y el avión logró detenerse sin daños irreparables. Los equipos de emergencia, preparados para lo peor, vieron cómo el avión permanecía intacto y la tripulación sana y salva.
Solo dos semanas después, el Valkyrie volvió a volar. Sin embargo, su destino estaba marcado: seis semanas después, en un vuelo en formación, uno de los prototipos se estrelló tras colisionar con un F-104 Starfighter, poniendo fin a su breve pero legendaria historia.
El legado del XB-70 Valkyrie y la demostración del ingenio humano
El programa XB-70 perdió relevancia estratégica con el avance de los misiles balísticos intercontinentales y solo se produjeron dos unidades. Más allá de su importancia tecnológica como laboratorio de vuelo para superar Mach 3, este avión demostró en aquella emergencia que, a veces, la tecnología no es suficiente y la creatividad humana puede marcar la diferencia. Un simple clip de oficina salvó un avión valorado en cientos de millones de dólares y evitó la pérdida de una pieza clave de la historia aeroespacial.
